La Leyenda Del Múcaro

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Cuenta una antigua leyenda que hace mucho tiempo en la isla caribeña de Puerto Rico se celebraban fiestas muy divertidas en el bosque donde todos los animales se reunían para cantar, bailar y compartir.

Cada vez que había una nueva fiesta, las diferentes especies se turnaban para organizar la celebración y garantizar que todo saliera perfecto. En una ocasión, este gran honor les tocó a las aves.

Así que todos los pájaros se reunieron en una asamblea con el objetivo de organizar el trabajo de manera equitativa. Como lo primero y, más importante, era que las invitaciones llegaran con suficiente tiempo de antelación, acordaron enviar como mensajera a la rápida águila de cola roja.

Encantada de ser la elegida para esta tarea, el águila de cola roja fue casa por casa entregando las invitaciones. La última en entregar fue en el árbol donde vivía el múcaro, y para su sorpresa, se encontró al pobre animalito totalmente desnudo.

El águila de cola roja se extrañó muchísimo y sintió como se sonrojaba al tiempo que intentaba disimularlo.

– ¡Buenos días, múcaro! Vengo a traerte la invitación para la próxima fiesta de animales, dijo el águila.

El múcaro reaccionó con poco entusiasmo, ni siquiera se molestó en leerla y le dijo:

– ¡Ah, está bien! Déjala por ahí encima, ya la miraré más tarde.

El águila de cola roja creyó que algo extraño le sucedía y le pareció oportuno interesarse por él.

– Perdona la indiscreción, pero noto que estás desnudo ¿Acaso no tienes ropa que ponerte?

El múcaro se sonrojó y completamente avergonzado, bajó la cabeza.

– No, la verdad es que no tengo nada que ponerme. Lo siento mucho, pero en estas condiciones no podré acudir a la fiesta, dijo.

El águila de cola roja se quedó tan impactada que no supo ni qué decir. Se despidió y con el corazón encogido remontó el vuelo. Nada más regresar convocó una reunión de urgencia para contarles a los demás pájaros la lamentable situación en que se encontraba el pequeño búho.

– ¡Tenemos que hacer algo inmediatamente! ¡No podemos permitir que nuestro amigo se pierda la fiesta solo porque no tiene ropa!

Una cotorra verde de pico color marfil fue la primera en pronunciarse a favor del múcaro.

– ¡Claro que sí, entre todos le ayudaremos! Escuchad, se me ocurre una idea: cada uno de nosotros nos quitaremos una pluma, juntaremos muchas y se las daremos para que se haga un traje a medida. La única condición que le pondremos será que cuando la fiesta termine tendrá que devolver cada pluma a su propietario ¿Qué os parece?

Si algo caracteriza a las aves es la generosidad, así que la cotorra no tuvo que insistir demasiado. Todos los pájaros asintieron y fueron arrancándose con el pico una plumita del pecho. Cuando habían reunido unas cincuenta, el águila de cola roja las metió en un pequeño saco y partió rápidamente a casa del múcaro.

– ¡Toma, amigo, esto es para ti! Entre unos cuantos amigos hemos juntado un montón de plumas de colores para que te diseñes un traje bonito para ir a la fiesta.

El múcaro se emocionó muchísimo.

– ¿De veras? ¡Pero si son preciosas!, dijo emocionado.

– ¡Sí, lo son! Puedes utilizarlas como quieras, pero tendrás que devolverlas cuando termine la fiesta ¿De acuerdo?

– ¡Oh, por supuesto! ¡Muchas gracias, es un detalle precioso! ¡Ahora mismo me pongo manos a la obra!

El múcaro cogió aguja e hilo y durante una semana trabajó sin descanso confeccionando su traje nuevo. Se esforzó mucho, pero mereció la pena porque la noche de la fiesta estaba terminado. Se lo puso con cuidado y se miró en el espejo.

– Vaya, ¡qué bien me queda! ¿Son imaginaciones mías o estoy muy guapo?

No, no eran imaginaciones suyas ya que en cuanto apareció en la fiesta, su aspecto causó verdadera sensación. Muchos animales se acercaron para decirle que parecía un auténtico galán y las hembras de todas las especies se quedaron prendadas de su elegancia. El múcaro estaba tan orgulloso y se sentía tan atractivo, que se paseó pavoneándose por todas partes para asegurarse de que su aspecto no pasaba desapercibido por nadie.

Vivió una noche increíble, charló con todos, bailó y comió deliciosos canapés ¡Hacía años que no lo pasaba tan bien! Pero cuando la fiesta estaba llegando a su fin, empezó a agobiarse. Sabía que se acercaba la hora de devolver las plumas y le daba muchísima tristeza. Ahora que tenía una ropa tan bonita y que le sentaba tan bien tenía que desprenderse de ella.

Los invitados comenzaron a irse a sus casas y pensó que pronto no quedaría nadie. En un arrebato de egoísmo e ingratitud, decidió que lo mejor era escabullirse por la puerta de atrás para no tener que devolver las plumas. Miró a un lado y a otro, se dirigió a la salida sin llamar la atención, y se internó en el bosque.

Poco después, la orquesta dejó de tocar y los camareros comenzaron a recoger las bandejas de comida donde solo quedaban las migas ¡La fiesta había terminado!

Los pájaros que habían cedido sus plumas tan generosamente buscaron al múcaro por todas partes, pero no tardaron en darse cuenta de que se había esfumado. Esperaron un par de horas a que volviera e incluso alguno salió en su busca, pero nadie fue capaz de localizarle, ni siquiera en su casa que estaba cerrada. Del múcaro, nunca más se supo.

Cuenta la leyenda que, aunque han pasado muchos años, aún hoy las aves de Puerto Rico buscan al búho ladronzuelo para pedirle que devuelva las plumas, pero el múcaro se esconde muy bien y solo sale de noche para que nadie le vea ni encuentre.

Adaptación de leyenda puertorriqueña